Como borregos

Aprovechando que mañana salgo para París, voy a contar una anécdota que me sucedió en mi último gran viaje, el Interrail por Italia. Estando en hicimos la obligada visita a la Pinacoteca Ambrosiana, donde además de la magnífica "Cesta de frutas" de Caravaggio hay múltiples objetos históricos. Por una razón que desconozco, (seguro que un maravilloso avatar de la Historia que nos deja rarezas como esta) se hallaba bajo una de las vitrinas un guante con un cartel al lado que decía: "Guante usado por Napoleón en la batalla de Austerlitz". La batalla de Austerlitz (1805) supuso la más alta cima de la fastuosa carrera del Gran Corso; llevado por un genio militar más propio de antiguos que de hombres modernos, condujo al grueso de las tropas de los ejércitos austríaco y prusiano hacia un lago de hielo que bombardeó hasta que el ejército enemigo cayó. Pero el guante era pequeño, demasiado pequeño.

¿Cómo cupo tanta gente bajo aquella pequeña mano? Tantas ciudades, tantos pueblos subyugados por el germen de su propia independencia. ¿Cómo cabe un Imperio entre cinco minúsculos dedos? Cabe igual que la inteligencia y el poder de mil hombres en el corazón de un solo gran hombre. Emperador, a los pies de tu reposo leeré varios versos que honren tu memoria de ángel castigado por los necios. Larga vida al Emperador.

Pero creo que, al fin, me voy a París. Ah, París!! La Lutecia romana, el París de San Luis, del Rey Sol, de la Revolución, de Napoleón, el de la Comuna, el de la otra Revolución - la bohemia, claro-, la ciudad de las primeras vanguardias, la ocupada, la de la Résistance, la liberada, la de Luz. Tanto por ver y conocer...

Así, resumiendo, diré que retomo un viaje que no pude hacer en octubre y que ansío desde febrero del año pasado. Después de haber visitado toda Italia en el verano de 2002, era mi siguiente reto: la capital de Francia. Ahora, - bueno, mejor diré cuando vuelva- la siguiente en la lista es Londres. Luego, como viajes realmente posibles están Estambul y Athenas y como utopía Noruega, que me espera con sus fiordos celosos, que se esconden entre las montañas.

Me descubro cada día que pasa hablando de que me voy a París casi como si me fuera al pueblo (que no tengo) o a las típicas vacaciones costeras de playa-guiris, siesta y farra nocturna. Va a ser que aún no me lo creo. No sé si es que mi sentido de la prudencia se ha agudizado después de una cancelación y no quiere disparar las alarmas hasta que no vea Notre-Dame o estoy en uno de esos momentos tan estudiables desde el punto de visto psicológico de no asimilación de la información recibida. Quiero decir con esto que no sé cómo puedo dormir sabiendo que me espera la señorita esta de aquí al lado, la tumba de Napoleón, la Torre Eiffel y las tropocientas mil cosas numerarem nisi innumerabiles essent ("... que enumeraría si no fueran innumerables." Petrarca).

Es lo que tiene quedarse en casa en Semana Santa. La gente se va y tú te quedas más solo que Aznar con lo de la guerra. No sales como todos los días, nadie llama para ver si quedas, lo único que haces es comer y deambular de la tele al ordenador, del ordenador a un libro y del libro a la cocina para hacerte algo de comer mientras ves la tele... Ni siquiera en el Messenger, la gente está offline de verdad, y los que aparecen online tienen un "Ausente" tan grande que no sabes si están igual que tú o se dejaron el Messenger puesto cuando se fueron a la playa. Porque encima, eso, la gente no se va al pueblo a ver procesiones y estar aburridos en casa, se van a la playa, a esquiar, de acampada... Y tú te pasas las horas muertas con cara de "quiero hacer algo". Lo peor es cuando el aburrimiento se apodera tanto de ti que ni siquiera hacer algo te libera. Ni quieres ver películas, ni leer ese libro del que llevas diciendo meses "cuando tenga tiempo leo", y lo que menos te apetece desde luego es hacer algo útil. ¿Estudiar? Venga, hombre, que estoy de vacaciones!! ¿Limpiar tu cuarto? No, porque eso sólo se hace por las mañanas y como me levanto a las doce y mientras que desayuno, me meto al Messenger para comprobar que sigue sin haber nadie y hago un poco el vago, me dan las dos, pues claro, estamos a punto de comer y ya no es plan. Terminas de comer y... ¿qué? Está claro, una siesta de aquellas, que las nueve horas que has dormido igual no te han sentado bien del todo. Así que te levantas a las seis y media, espérate un rato a despertarte de verdad y merienda. Joder, pero si son las siete y media y no he hecho nada en todo el día. A ver, ¿qué hago? Ah, sí! Voy a traducir latín que luego me pilla el taurus, tauri. Bien, saco las hojas, el diccionario, el estuche y leo la primera frase. Bien, esta es fácil. Ay, un momento, que se me ha olvidado mirar una cosa importante: voy a ver si actualizo el programa con el que me organizo en mi juego online de fútbol. Pero por el amor de dios!! (el que sea) ¿Acaso es esto más importante que Erasmo? No, pero el tedio me domina. ¿Lo peor? Que en vez de acostarme a las doce, levantarme a las nueve y limpiar mi cuarto, me acostaré a las tres, volveré a levantarme a las doce y me haré el mártir porque no tengo tiempo.

A ver, no es lo que parece. Yo salía de marcha y, claro... No, por aquí no voy bien. Había quedado con unos colegas para ver a unas amigas y... No, creo que esta tampoco es la mejor manera. Si no es tan difícil de entender: un viernes por la noche sales y... Mierda, me estoy metiendo en un berenjenal, a ver cómo explico yo esto... Sí, puede que así: es necesario coger el metro para ir a ciertos sitios, ya me entendéis... Uy, no, quita, esto suena peor aún. Voy a acabar como los latinos en Estados Unidos: confesando delitos que no he cometido. En fin, pensad lo que queráis...

Muchos conoceréis al ilustre Julio Maldonado, más conocido como Maldini. Se trata de ese personajillo tan entrañable y prácticamente calvo que ameniza las retransmisiones de fútbol de Canal + y algunas veces de la SER con sus amplios conocimientos sobre fútbol mundial. Hay gente que sabe de fútbol actual, gente experta en Historia del fútbol, gente aficionada que disfruta sencillamente viéndolo y luego está Maldini, que es una mezcla de todo esto elevado a la enésima potencia. Que conozca hasta a la selección juvenil de Etiopía y te pueda hacer un breve comentario de cada uno de sus jugadores, pase; que sepa quién fue el primer coreano en marcar un gol en un mundial, contra qué país, en qué minuto y decirte además que era dentista, es preocupante; que durante un partido en el Carrusel diga que cuando vuelva a casa va a ver el partido del Yokohama contra el Tokyo (equipos inventados por mi, él los dijo reales) que ha dejado grabando, es, sencillamente, triste. Pero ayer se superó. Nunca pensé que nadie llegara a límites así. Necesita ayuda, no es broma.

Ayer, cuando el partido de España comenzaba a ser soporífero (vamos, a los 10 minutos) y ya no sabían de qué hablar, Poli Rincón le preguntó al insigne Maldini si habría alguna manera de poder ver el Brasil-Paraguay que se jugaba en unas horas. Maldini, comenzó a relatar lo siguiente ante el estupor de comentaristas, oyentes y familiares: "Bueno, no lo da ninguna televisión del Satélite, pero si tenéis la antena del Plus o una parecida, no muy grande, podéis desconectarla y enchufarla directamente a la tele. Luego la orientáis 13 grados al Este y cogeréis una nueva televisión italiana que lleva funcionando apenas unas semanas y lo va a retransmitir en abierto." Se mascaba la tensión en el estudio. Hasta que una voz atemorizada e inocente hizo la pregunta que todos nos hacíamos: "Maldini, ¿eso va en serio?". "Sí", dijo él como si no hubiera contado nada raro, como el que te dice que ha estado de vacaciones en Portugal. Se procuró continuar la retransmisión con una tranquilidad ficticia, fruto del estremecedor relato que acababan de escuchar. A mí me surgen muchas preguntas. ¿Por qué sabe Maldini eso? Quiero decir, ¿se lo ha dicho alguien?, ¿lo ha averiguado él solo?, ¿de qué material se requiere para llevar a cabo semejante acto de piratería televisiva?, ¿se trataba de un Briconsejo?. Aún estoy confuso por todo esto, pero quizá le haya dado una respuesta a más de uno que ayer, volviendo a casa se encontró a su vecino subido en una inestable escalera de tijera con la antena en la mano y mirando al cielo calculando dónde coño quedaba Italia.