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27/05/2004

Carlos Goñi 


Para los que lo desconozcan diré que es el alma de Revólver, ese grupo formado por él y los que tocan en cada disco a su lado. Acabo de darme cuenta de que llevo ya casi 6 meses de blog y creo que aún no le he mencionado, a pesar de lo importante que es en mi vida. Las personas que viven conmigo y las que lo hagan (Laura, prepárate a soportarme en Pisa) saben que se trata del 80% de mi repertorio de la ducha. Musicalmente tengo que estar de acuerdo con los que me recuerdan que se repite bastante, pero también que no me importa lo más mínimo. Siento una devoción especial por este caballero que es difícilmente explicable en palabras.

Carlos es como ese gran amigo que no sabes muy bien cómo presentar en sociedad, quizá porque piensas que no se adaptará a los patrones generales. Pero tú le quieres; a tus amigos más cercanos se lo vas presentando, y aunque no te importa mucho si cae bien o no, a ellos les exiges al menos comprensión y respeto por él. Carlos es un tipo sincero, no pretende engañar a nadie con lo que hace. Y es un hombre entregado. Los que hemos tenido el placer de verle en directo sabemos de lo que hablo. No es cuestión del tiempo que toque, de los bises o de cuánto cante con los ojos cerrados, es una sensación de compañerismo que no he sentido viendo a nadie más. A él le halaga que nos guste lo que hace y todavía siente esa vergüenza de novato cuando recibe los aplausos de los cientos de personas que nos reunimos para escucharle.

Decir que las letras son bonitas es vacío. No seré yo quien las ensalce desde el punto de vista literario, pero por alguna razón me acompañan en cada cosa que vivo. Sólo yo sé las veces que sus frases me han dado la explicación de lo que sentía, o me han abierto ese poquito de luz cuando todo parecía oscuro. Carlos sabe mucho, pero no quiere alardear de ello. Va dejando sus canciones junto a las de tantos otros porque no quiere que destaquen, quiere que estén ahí para que algunos perdidos como yo acudamos en su busca en momentos de zozobra. Gracias, Carlos, muchísimas gracias por darnos tanto a cambio de tan poco. Yo también sé que

"Cuanto más bella es la vida, más feroces sus zarpazos"

26/05/2004

Sentir la Fórmula 1 


No es sólo ver las carreras y los entrenos. Empiezas a sentirla un poco más la primera vez que te levantas a las 4 de la mañana para ver el GP de Australia, el primero de la temporada. El mono puede contigo, así que pones el despertador, te levantas y ves la carrera, con el volumen muy bajo porque tus padres duermen, pero lo suficientemente alto para oír el sonido celestial de veintidós coches de cerca de 900 CV deslizarse por la pista. Pero la Fórmula 1 se va apoderando de tu vida. Poco a poco vas conociendo la Historia del campeonato, los grandes mitos como Fangio, Lauda y empiezas a ser consciente de que tienes la fortuna de disfrutar en tu tiempo del que es el mejor piloto de todos los tiempos: Michael Schumacher, que será ganador este año de su sexto mundial. También disfrutas de lo que es tener españoles en la Fórmula 1, algo casi inédito en este mundo, y ves en Fernando Alonso al Zidane del automovilismo, con su serena quietud (¿alguien me explica por qué cito historiadores del Arte cuando hablo de deporte?) y su sencilla grandeza. Ya te ha calado, ya es parte de ti. Sus términos se van haciendo comunes en tu vida. ¿Que vas por la calle y te encuentras con un anciano que no te deja pasar? Un doblado. ¿Que estás el primero en el vagón del metro para salir flechado hacia las escaleras? Estás en pole. Por la calle ya no adelantas como antes, cambiando pronto de dirección: te esperas a estar justo detrás, a llevar su rebufo, entonces te sales, apuras la frenada y en la curva en la que entraste segundo sales primero. Te preguntas por qué es tan poco emocionante echar gasolina a un coche normal, con lo que molan dos ingenieros aeronáuticos sujetando una manguera que lanza kilos de gasolina por segundo. Lo peor es cuando llueve: ¿capucha o paraguas? ¿Neumáticos medios o "lluvia total"?. Cuando acaban las carreras, la excitación aún latente y la tristeza por tener que esperar otras dos semanas para todo esto se mezclan a partes iguales. Es como cuando llegas a casa de fiesta: abres la puerta y... bandera a cuadros.

22/05/2004

Poggio Bracciolini 


Poggio era uno de esos hombres peculiares cuya luz se pierde muchas veces a la sombra de otros grandes personajes que merecen un gran hueco en la Historia. Sin embargo, debería ser más conocido, pues a él le debemos muchas más cosas de las que podamos pensar. Poggio era un humanista florentino de comienzos del siglo XV, esa extraña raza de hombres que supieron ver dónde estaban nuestras raíces, y quisieron averiguar qué clase de personas habían levantado las grandes proezas del Imperio Romano. ¿Qué diferencia había entre aquellos y ellos mismos? ¿Qué latín hablaban? ¿Por qué llevaban cerca de mil años olvidados? Y empezaron a leer a los clásicos: Cicerón, Plinio, Horacio... Pero apenas les quedaban unas obrillas para leer, y siempre con la sospecha de que aquel manuscrito no era sino la cuarta o quinta copia de un original probablemente mutilado: aquellas palabras que leían era un pálido reflejo de lo que los grandes poetas antiguos habían escrito. Pero también sabían que en algún sitio tenía que haber copias mejores, obras nuevas, autores hasta entonces desconocidos que escondían en sus líneas las razones por las que se había constituido una República como la romana y cómo degeneró en el Imperio. Querían saber.

Así que fueron a buscar esas palabras. Y Poggio fue el más ávido de todos, un Indiana Jones que recuperó para nosotros nuevos discursos de Cicerón, los "Diez Libros de Arquitectura" de Vitruvio y, lo más importante, el "De oratoria" de Quintiliano, prácticamente desconocido, pero que fue la base de los estudios sobre la lengua que hablaron César y los suyos. Poggio removió todas las bibliotecas posibles en busca de nuevos códices que arrojaran algo más de luz sobre sus días, no tan oscuros ya como ellos creían. Su hallazgo de Quintiliano es contado por él como si fuera un príncipe que acude a rescatar a la princesa "de las ergástulas de aquellos bárbabros" (monjes). No quiero ni imaginar lo que sintió el pobre Poggio cuando siguió una pista falsa que le llevó nada menos que a Dinamarca en busco de unos libros de Tito Livio. (Por favor, imaginad qué era viajar de Florencia a Dinamarca en el s.XV) Llegó, buscó, y no lo encontró. No creo que fuera fácil aceptarlo. Había dedicado meses en un viaje en vano, pero había algo peor: no había consguido leer una sola línea nueva del "Ab urbe condita" de Livio. Lo que tuvo que llorar. Bien, Poggio, nosotros, seis siglos después tampoco hemos leído nada nuevo de Livio, pero gracias a ti tenemos obras que habríamos perdido para siempre, sucias como estaban en cualquier desván de cualquier monasterio, seguro incluso que calzando alguna mesa o alguna silla de algún abad cegado con su gran idea de Dios, incapaz de concebir grandes ideas de grandes hombres como el que tú fuiste.

18/05/2004

Me las han cambiado 


Puede que este sea el post más "macho españó" que vaya a escribir nunca, pero estamos en una de esas oleadas sociales de las que no puedo dejar de hacerme eco. Ha llegado el buen tiempo al fin a la ciudad en la que vivo y se nota en muchas cosas: casi todo el mundo está más contento, hemos guardado los abrigos, etc... Pero existe un hecho que me preocupa: creo que me han cambiado a las chicas de mi facultad. En invierno no estaban, lo juro. Por si alguien me quiere acusar de cateto, retomaré el viejo tópico de la poesía latina del ubi sunt: ¿Dónde estaban estas mozas en noviembre? ¿Dónde sus faldas? ¿Dónde sus escotes prominentes? ¿Dónde mis hormonas aletargadas? No sólo eso, encima con la época de exámenes en mi biblioteca se da un fenómeno catalogable como de All-Star Game, con lo más selecto del campus. Cito a Andrés Montes: "La mayor cantidad de jugones (pibones) por metro cuadrado". ¿Es esta la reforma educativa que nos prometió Pilar del Castillo? ¿A qué se refería exactamente la Ley de Calidad? Porque no puedo negarlo, calidad hay a raudales. Si sé que se trata de esto, nunca hubiera acudido a esas manifestaciones antipatrióticas y separatistas de cientos de miles de ignorantes estudiantes y, además, ruego al PSOE que no detenga la aplicación de esta Ley; por favor, llévenla a sus últimas consecuencias. No todos (todas) somos (son) iguales, por fortuna. Lo reconozco: la primavera (y mis compañeras, más aún las extranjeras) la sangre altera.

17/05/2004

El andrógino 


Escuché a Sánchez Dragó decir que el hombre camina hacia lo que es su evolución lógica, que es el andrógino, momento en el que sólo seremos seres humanos, sin necesidad de distinguirnos entre hombres y mujeres. Lo hizo para justificar sus experiencias homosexuales, agregando que para el sexo sin amor lo mismo valen hombres que mujeres. En esto último no puedo estar sino de acuerdo, aunque no crea en lo del sexo sin amor, aunque sólo sea ese amor pasajero de unas horas. El caso es que tener que darle la razón, aunque fuera en algo tan nimio, a Sánchez Dragó me preocupó, y como persona de un mínimo raciocinio me movió a reflexión. Desconozco si el hombre camina al andrógino desde el punto de vista biológico, aunque es muy probable que sí desde el social. Y es que el hombre, por muy "animal social" que sea (Aristóteles elegei), de momento es más animal que ente social, y la especie lo nota. Si lo viéramos como un experimento con bichos sería más fácil. Si cada vez nacen menos crías (dificultades económicas, falta de vivienda, trabajo precario), si las hembras ya no se someten a los machos (mujer independiente, trabajadora autónoma) y una sociedad donde lo que priman son los valores sociales (tolerancia, diálogo, solidaridad) frente a los naturales (fuerza, resistencia, velocidad) lo que tenemos es una raza que camina hacia la erradicación de la diferencia entre sexos por la vía de la extinción. Llegaremos al andrógino como Colón: por otro sitio.

P.D. Nadie entienda este texto como darwinista, fascista o no sé qué cuántas cosas más. Hoy por hoy es lo que hay y yo no cambio la perpetuación de la especie por mi vida en solitario, ni por una mujer libre ni por una sociedad en la que el débil se vea (debería verse) apoyado por el fuerte. Vivan los valores humanos que nos han traído al siglo XXI. Logremos el cambio a través de ellos. Evitemos una extinción vergonzosa. Seamos seres humanos, libres, independientes y creemos las posibilidades que nos lleven a la perpetuación honrosa.

P.P.D. Vale, demasiado filosófico, lo sé, pero ya tocaba algo así.

09/05/2004

Bricomanía o "el paso-trampa" 


¿Quién no ha visto alguna vez un programa de Bricomanía? Jolín, lo que mola un domingo de estos apestosos sentarte a ver cómo hacen una estantería. Vamos, que cuando acaba piensas "con lo que a mí me han gustado siempre las manualidades, mira que hace tiempo que no hago nada" aunque lo único que hayas hecho en la vida sean cadenetas en preescolar de las que se hacían grapando tiras de papel. O sea, que te creces, te vienes arriba y el siguiente programa lo ves con un interés pseudopráctico, pensando en cómo lo harías tú. Y es entonces cuando descubres las múltiples trampas que te tiende el CPA (Carpinteros Profesional Asociados) para arruinar tu autoestima. Primera treta: los materiales. Que te hablen de la pistola de calor con la misma naturalidad que Lorena Berdún del orgasmo múltiple no significa ni que te vayas a comprar una ni mucho menos que vayas a aprender a utilizarla. Además, saben cómo mantenerte con el gusanillo. Cuando sólo te han presentado el martillo, los clavos, las tablas y la foto final de esa silla tan bonita que jamás llegarás a hacer, te cuelan un briconsejo. Y sale Íñigo, el Napoleón de los jardineros, con esa dicción de academia con una pizca de acento vasco que le da como un tono de hombría, como diciendo "se puede ser hombre y plantar petunias". Todo es maravilloso, y empiezas a pensar lo que vas a fardar con tu silla nueva; además, seguro que luego el majete del pendiente te enseña algún barniz para poder tenerla al aire libre y llevártela al campo. Y vuelves del briconsejo como si fuera la segunda parte de la final del Mundial: tenso, impaciente, pero ilusionado. Será la última vez.

Porque a partir de este momento, todo va en picado. Ahora te parece que va demasiado rápido y ese puntillo de humildad que tenía se ha convertido en la más insultante prepotencia. ¿Qué es eso de que hacemos dos paralelas a 7 centímetros y cortamos con la serreta un centímetro en profundidad? ¿Quién coño ha conseguido una paralela real en su vida? "Buah, si seguro que no lo hace él". Esto lo piensas mintiéndote como un bellaco, porque sabes que el hombre que aparece en pantalla hacía taburetes cuando tú no salías de las cadenetas de preescolar. Está empezando a caerte mal. Y te cuelan el otro briconsejo. Íñigo ya no parece ese noble hombre humilde y dices "si está con los briconsejos es porque no vale para estar donde está el rubio" y adivinas en él una profunda envidia que sólo es la tuya proyectada en otro individuo. En este briconsejo ni te fijas, pasa desapercibido debido a la ira que te está corroyendo las entrañas. Vuelve el del pendiente y lo piensas por primera vez: "joder, menudo acento de vasco que tiene, ¿no?" Unir acento, pendiente y pelo largo sólo te lleva a una conclusión: "tiene pinta de abertzale. ¿Qué hace un abertzale en Televisión Española?" Acaba el programa. Estás derrotado. Él tiene la silla y tú lo único que tienes es un cabreo de cojones. Cuando hacen el repaso te fijas con un último atisbo de esperanza, como si fueras a encontrar un paso que se les ha olvidado emitir o algo en lo que no habías caído. Pero no. Lo que pasa es que eres un patán y ellos no.

Con los días empiezas a madurarlo y a ser consciente de por qué Bricomanía no es tan fácil como parece. Hay un "paso-trampa", siempre hay uno. Sí, eso que es tan fácil de explicar pero casi imposible de hacer. Como unas paralelas, o poner sólo una gota de silicona, o meter un clavo recto. Pero bueno, cuando lo aceptas puedes volver a ver el programa como el fútbol cuando no juega tu equipo: disfrutando del domingo.

06/05/2004

Diego, no te vayas 


Diego Armando Maradona
Diego, no nos dejes, sálvate. Es muy pronto, pibe, tú lo sabes. La vida es puta y larga, pero es tan linda cuando un destello nos saca de tanta mierda. Como tus goles, tus fintas, eso no son destellos, Diego, eso son auténticas estrellas del cielo que amenaza con cerrarse. Diego Armando Maradona, ¿acaso no oyes tu nombre resonar aún en cada cancha que pisaste? ¿No oyes firme la voz de Argentina llamarte a una? Vamos, pibe, sálvate, salva tu leyenda. ¿Cuántos Diegos hay en el mundo por ti? ¿Cuántos niños juegan al fútbol soñando hacer lo que tú hacías? Cuánta gente, Diego, cuánto muchacho ha dormido feliz noches enteras por verte correr sobre el piso verde y limpio. Cuántas alegrías les diste a los tuyos con tu vida de cometa, de barrilete cósmico, cuántas lágrimas de alegría derramó tu pueblo tras tus pasos, Pelusa. No les hagas derramarlas ahora de dolor, no nos jodas a todos y te vayas. Límpiate de la mierda que te dieron, sal a la calle y grita libertad y rebeldía como siempre hiciste. Pero no te vayas, Maradona, no nos dejes tan huérfanos. Sálvate Pelusa, Pibe, sálvate Diego Armando Maradona.

P.D. Dios, si no eres ese tío bajito de pelo rizado y una camisa albiceleste con el 10, si no eres ese y eres otro, sálvanos al Diego, por favor.

04/05/2004

Llegó el fotolog 


Bueno, esto es un post atípico. Es meramente publicitario. Como borregos crece, se expande. Ha nacido nuestro fotolog. ¿Que qué es un fotolog? Pues la misma palabra lo dice. Es un blog fotográfico. ¿Que qué es un blog? Bien, esto va camino de convertirse en una de las discusiones filosóficas del próximo milenio, equiparable al eidos griego o a las amenas discusiones acerca de la Trinidad cristiana. Cuando me preguntan que de qué va mi página me veo en una situación complicada. "Un diario" es una respuesta socorrida, aunque siempre se completa con otro tipo de explicaciones. "Son como columnas de un periódico" es otra, pero tampoco me convence. No sé, quizá sólo sea una válvula de escape para contar las cuatro tonterías que quiero que alguien me lea. Las otras cuatro que no quiero me las guardo para mí.

03/05/2004

Viajes 


Como bien informados estáis la mayoría de vosotros, el Gran Borrego lleva 20 días en el que los viajes y las noticias de otros nuevos han sido el día a día. Todo comenzó con el viaje a París, tanto tiempo deseado y tan tarde realizado. Sencillamente maravilloso. París huele a Historia Universal: Napoleón, Luis XIV, Carlomagno, Leonardo. Es una y muchas, es siglo XIII y siglo XIX, también XVIII, también XX. Fue duro volver. Pero al día siguiente vino la gran noticia:me voy de Erasmus a Pisa. ¿A que suena como normal y cotidiano? ¿A que no parece que me vaya nueve meses a estudiar a Italia? ¿A que no parece que mi carrera profesional dependa de ello? ¿A que no parece que será el año más importante de mi vida? Bueno, pues tengo cuatro meses para darme cuenta de todo, porque es real.

Si el lunes por la noche llegué de París el viernes por la mañana estaba rumbo a Bilbao en viaje de estudios. Museo Guggenheim, concierto en el Palacio Euskalduna con el cellista Misha Maisky, excursión a San Sebastián con su correspondiente paseo por la costa y Playa de la Concha y comidita en Burgos con visita a la catedral. Ah, se me olvidaba: también dos noches inolvidables de farra nocturna, de esas galácticas que no se olvidan, con miles de anécdotas y coñitas que se quedan como algo muy personal entre aquellos que estábamos. Ahora me queda recuperarme de todo lo vivido, preparame para lo que viene y centrarme en lo que está delante de mis narices, que con tanto pasado y futuro el presente se me difumina un poco. Recuperar el ritmo de este weblog y, atención primicia, poner en marcha el fotolog de "Como borregos" serán los objetivos principales de la nueva etapa. Vaya, veo que a todos nos afecta el cambio de gobierno...

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